Antología sumaria

Antología sumaria
Esta breve selección busca rescatar aquellas miradas críticas que con su estímulo y lucidez acompañaron y contribuyeron a construir el rumbo artístico de Decastelli. En ese sentido, resultan insoslayables los textos de Silvia de Ambrosini por su carácter señero y anticipatorio del desarrollo ulterior de su obra. De las muchas reseñas que tuvieron sus muestras de la década de 1990 destacamos las de Fabián Lebenglik y Corinne Sacca-Abadi. Julio Sánchez prologó la presentación de su obra en Madrid en 1994 y Rodrigo Alonso, Valeria Gonzalez, Laura Feinsilber y Laura Casanovas lo acompañan en las etapas más recientes, en las que incorporó el arte digital. En todos los casos transcribimos literalmente los documentos. Los errores tipográficos de las publicaciones originales han sido corregidos a los efectos de facilitar la lectura y respetar las intenciones del autor.

Elogio del cartón corrugado – Laura Casanovas (2022) Revista Ñ Decastelli indaga la dimensión plástica y expresiva del cartón. “The Wall”, su obra más emblemática.

Fue mirar al cartón corrugado a mediados de los años 80 para iniciar de inmediato una indagación y un recorrido artístico de su mano, que ya no abandonaría, hasta oír sus sonidos y adentrarse en su constitución más recóndita. Pero a diferencia de la extensa corriente del arte contemporáneo la cual se sirve de materiales residuales para introducirlos en la obra como vestigios, el cartón corrugado en la poética de Osvaldo Decastelli no surge del desecho: recurre a él desde su fabricación para otorgarle múltiples posibilidades plásticas y conceptuales confiriéndole un nuevo status, equivalente, podríamos hipotetizar, al proceso de transformación que la naturaleza hace del carbón en diamante.
La muestra Between Us. en galería Oda, ofrece un conjunto de sus últimos trabajos en contrapunto con obras de otros períodos pudiendo observar el profundo y virtuoso vínculo entre artista y material. Impacta la mayor dimensión de su producción más reciente, el efecto de pulido de las superficies y el contraste cromático. En ella resuena la geometría vinculada al histórico movimiento del minimalismo de líneas sintéticas, cromatismo reducido e instalación de los trabajos en relación al espacio circundante.

La obra “The wall” (¿muro?, ¿pared?, ¿cortina?), realizada este año, se extiende a lo ancho de once metros sobre uno de los límites perimetrales de la galería y resulta de la composición de distintos fragmentos que proponen una articulación muraria con entrantes y salientes y la preeminencia del marrón del cartón intervenido por zonas con laca negra estableciendo franjas horizontales y verticales. Nos preguntamos si hay algo detrás o si todo está en la superficie ¿qué se muestra o oculta? ¿qué impide o posibilita? ¿es frágil o macizo? ¿escenografía o realidad? Una obra que ancla en la abstracción geométrica posibilitando, a su vez, diversas lecturas culturales.
El curador Daniel Fischer sintetiza, en el texto para la muestra, la obra en general de Decastelli: “(…) sus trabajos desentrañan o destraman una fisonomía escondida, una expresión o código velado, dado quizás, por el origen de sus creencias o por su condición eminentemente industrial del material. Con manos de orfebre, mente privilegiada y especializado en esculturas, desarrolla una notable corrugated art, una versátil producción creativa de alta densidad visual y con cierto rigor abstracto.”
Así como en estas últimas obras el artista vuelve sobre la superficie del cartón corrugado para destacarla presentando un juego entre la laca negra, el gris del grafito y el marrón, el brillo y la opacidad, en producciones previas el eje estuvo en dar visibilidad a su núcleo oculto. Hace varios años, Decastelli empezó a radiografiar fragmentos de este material para revelar su estructura orgánica de apariencia filamentosa. Con estas imágenes, luego ampliadas y trabajadas digitalmente, compuso obras bidimensionales a manera de relieves logrados por la superposición de planos de cartones, imágenes fotográficas y otras tramas de material industrial.
“Cuando me propuse desentrañar lo oculto en el cartón aparecieron los rayos X y la digitalización. Sentía que la materia se volvía cada vez más vívida”, comentó a Ñ. Casi como una consecuencia natural de lo anterior surgió la fotografía presente en la muestra con trabajos recientes, que proveen de una novedosa perspectiva a la imagen del cartón emparentada con una geometría de líneas luminosas sobre fondos oscuros.
Su formación académica vinculada a la escultura siempre se hace evidente en cada giro propuesto: en el trabajo de los volúmenes, en los huecos y salientes con sus posibilidades de luces y sombras, en la superposición de planos, en los múltiples puntos de vista y en la dinámica establecida con los espacios. El objeto de 2016, que cierta imaginación poética podría asemejar a la forma de una flor, reúne con gran eficacia estética y economía de recursos todo lo señalado.
Decastelli habla de la “investigación del material”, “del proceso”, de las acciones empleadas para modificarlo que incluye golpes, pulidos, serruchadas, entre varias otras. Incluso lo ha trabajado con una visión textil como se observa en el “tapiz” de la serie Vibración de 2004. De esta forma, el artista, como escribe Fischer, “talla” el “alma” de su material predilecto “en busca de nuevas configuraciones”. Y esta se expande, habla, revela, conmociona, ennoblece.

Decastelli bucea en la infinitud de su material – Laura Feinsilber (2022) Ambito Buenos Aires
En el libro dedicado a Osvaldo Decastelli (2011), este destacado artista visual señaló que “el cartón está atravesando toda mi obra. Me interesa no quedarme en fórmulas logradas sino ver hasta dónde el material da. Por momentos es soporte, en otros, es materia…”. A propósito del material, Robert Rauschemberg, dijo que “todo material tiene su propia historia incorporada en él, no existe tal cosa como un material mejor que otro…”
Decastelli está definitivamente asociado al cartón corrugado, producto industrial que proviene de la celulosa. Su estructura está dada por tres papeles misioneros, uno central con ondulación de configuración geométrica, pegado a otros dos, planos, que hacen las veces de tapa. Es consistente, rígido y duradero, se entrega sin pretensiones al paso del tiempo.
Decastelli, alrededor de 1984, descubrió las infinitas posibilidades de este material con el que realizó carteras, zapatos, cajas, figuras humanas, sillas, abanicos, libros-objeto, pequeños muebles. En ese largo peregrinar llegó a lo que podría llamarse una sofisticación: radiografiar el material, pasarlo al bronce y mostrar su capacidad de escultor, cuya técnica y formación sólidas en distintas disciplinas se las debe a artistas como Batlle Planas, Iommi, Labourdette y Balduzzi. Pero también abordó la fotografía y el arte sonoro. A través de este medio registró hasta en su más mínimo detalle las porosidades y rugosidades de un material que manipula con gran destreza.
Esto es lo que puede verse actualmente en la muestra “Between Us” (Entre nosotros) bajo la curaduría de Daniel Fischer que en su texto acuñó la expresión “corrugated art”. Esta muestra es cumbre en el desarrollo estético de este incansable experimentador de la esencia de un material industrial que en sus manos dejó de ser considerado pobre.
Lo primero que llama la atención al entrar en la sala principal de la galería es una cortina de 11 metros que bloquea la pared. Un bloqueo perturbador, en primer lugar por el cromatismo: una conjunción de ocres y negros, de gran densidad, hendiduras, formas irregulares que invade el espacio y obliga a hacerse preguntas de carácter existencial.
Decastelli podría ser considerado un escultor minimalista, creador de la escultura–objeto como Robert Morris o Donald Judd; también un artista textil como puede verse en el tratamiento de los pliegues de una lámina de cartón corrugado a la entrada de la galería ya que lo textil se basa en que el material es vegetal.
También se exhiben fotografías digitales que derivan del desarrollo de la etapa textil, se focaliza en las calidades texturales y ha llegado a utilizar el zoom, el scanning y la manipulación digital como una manera de desentrañar la esencia de un material que le sirvió como modo de expresión singular, formal y también conceptual. Otras obras dan cuenta también que aparte del interior del material ahora la mirada está puesta en el exterior con lo que logra efectos de mucha intensidad cromática.
Decastelli ha establecido un diálogo intenso con este material: “excito el material para obtener respuesta, golpeo para que vibre, raspo y responde, desgarro y descubro, provocando confrontaciones”. De allí, el título: “Between Us”, esa consustación que lo identifica. Una labor lúdica de los comienzos para llegar a lo conceptual, en absoluto indescifrable, que está al alcance de la comprensión, que constituye un desafío personal.
Al recorrer esta muestra, al pesimismo reinante se opone la creatividad de aquellos que escapan al vacío de la imagen y no nos dejan indiferentes. (Paraná 759. Primer Piso. Lunes a viernes de 15 a 19).

Hendiduras de luz – Valeria González – (2013)
Osvaldo Decastelli es el artista del cartón. La frase suena extraña pues, en efecto, rara vez podemos identificar la obra de un creador contemporáneo con la mención de un material. Pareciera incluso que la dinámica misma del arte desde el siglo XX ha rehuido este tipo de definiciones. Asociamos la incorporación de nuevos medios a momentos de ruptura o expansión de la historia del arte, desde los injertos de los óleos cubistas hasta las tecnologías actuales, pero es difícil encontrar casos como el de Decastelli, de una vida de artista dedicada enteramente al desciframiento continuo y paulatino de las potencialidades de un único elemento. Es que para Decastelli el cartón no es un medio. No es el vehículo mediante el cual construye una obra concebida de antemano. Las innumerables formas a las que arriba son el resultado situacional de un encuentro siempre renovado con la (¿misma?) sustancia. “En 1985 -afirmó Mercedes Casanegra- el cartón corrugado era para él un material desconocido, y eso jugaba a su favor. Lo tenía que investigar, lo tenía que conocer. Ese desafío fue el comienzo de todo”.
Se habla del “encuentro” del artista con el cartón, de sus “diálogos” con él, palabras que no suelen usarse para entes inanimados. Hay que imaginar el mundo como lo hizo Spinoza, un mundo habitado por infinitas potencias, desde la piedra hasta el ser humano, que perseveran en desplegar sus capacidades. Decastelli no utiliza el cartón; Decastelli le pregunta ¿hasta dónde serás capaz de llegar? A diferencia de otras disciplinas, el arte no está orientado a la fabricación de un producto, sino al despliegue de un pensamiento sensible capaz de trascender (y derribar) lo que nos resulta familiar. Decir que el cartón es un material pobre o humilde es una afirmación del orden del sentido común. La miríada de estructuras, tensiones, movimientos, texturas, tonalidades que la obra de Decastelli pone en juego nos invita a rebasar ampliamente dicha categorización.
Hace años, el artista incorporó la fotografía. Se trató, al principio, de una asociación, de una suma: imágenes transferidas sobre el cartón. Después, la luz se transformó en una suerte de bisturí indagador: utilizando rayos X, se propuso investigar el esqueleto, la vida interna del material. Comenzó así a asomar un misterioso universo de caleidoscopios geométricos o extraños seres orgánicos. Dijo Walter Benjamin que la fotografía no debía ser comparada a un espejo sino a la cirugía o al psicoanálisis, que proceden rasgando la superficie de lo visible. Decastelli nos enseña que, en manos del artista, un instrumento científico puede arrojar resultados mágicos.

La amenaza, el riesgo, la seguridad Rodrigo Alonso (2009)

Desde hace dos décadas, Osvaldo Decastelli trabaja con un material singular: el cartón. Si bien hoy éste posee unas connotaciones muy precisas, en las producciones del artista su sentido se expande para poner de manifiesto sus incontables posibilidades formales, conceptuales y estéticas.
Fotografía y cartón son protagonistas de dos grandes instalaciones que reflexionan sobre el mundo contemporáneo. En la primera, Copia de seguridad, una misma imagen se reproduce con leves variaciones en un conjunto de planos suspendidos. La multiplicidad de las transcripciones hace inútil la pregunta por el original. Como sucede en muchos medios actuales –la fotografía, el video, lo digital- estamos ante un universo de copias en el que ya no importa la imagen primigenia, nos enfrentamos a un bosque de simulacros que pone en cuestión la interrogación sobre el origen, la unicidad del producto germinal, el propio corazón del proceso creativo, y por tanto, la posibilidad de conservarlo inalterado.

Decastelli fuerza esos conceptos al trabajar con una figura insistente pero que se manifiesta siempre de manera distinta. Si en la fotografía, por ejemplo, las copias idénticas ya generan la duda sobre el original, aquí es evidente que no existe ninguno. Pero paradójicamente, las variantes que introduce el artista durante el proceso de impresión transforma a cada plano en una pieza única, tornando las copias en verdaderos originales.
La segunda instalación, Mala hierba, se centra en lo aledaño, el riesgo potencial, lo indeseable. Aquí un volumen central se yergue ante el paso del espectador estableciendo un primer vínculo físico. A partir de allí se desarrolla una trama de superficies que son al mismo tiempo imágenes y barreras visuales, planos y signos espaciales. Como la maleza que crece indiscriminadamente al lado del camino, estos planos crean un entramado que desvía la mirada, la complica, la extravía, poniendo en entredicho el poder del centro y su capacidad para organizar la visión.
En alguna medida, ambas instalaciones plantean una serie de incertidumbres. Reflexionan sobre el lugar de la imagen en un mundo donde la multiplicidad las ha desgastado, exaltan su profusión, destacan su carácter perecedero. Las postulan amenazantes pero al mismo tiempo frágiles, como el soporte que las sostiene y que hoy nos recuerda también la fragilidad de la vida.

Estigma y dilema. Decastelli en el Museo Sivori Corinne Sacca-Abadi (1998)
Estigma, según el diccionario, es una marca o señal en el cuerpo impuesta con hierro candente usada como signo de esclavitud. Estigma es también el nombre de la nueva instalación de Osvaldo Decastelli en la que plantea el dilema del hombre contemporáneo frente a una sociedad que demanda la homogenización del individuo, el borramiento de las diferencias, su domesticación. Artista de sólida trayectoria, Decastelli ha sabido elevar el cartón corrugado al lugar del más noble de los materiales escultóricos obteniendo insólitos resultados. En obras anteriores el juego de metamorfosis de los objetos convertía los elementos banales de la vida cotidiana en extraordinarios personajes desplegando un humor desenfadado y lúdico. Hoy realiza una síntesis que requiere mayor austeridad de recursos para privilegiar la presentación de un dilema. O.D. expone 13 animales fantásticos que remiten a nuestras más variadas actitudes sociales, a las que opone un contrapunto de igual cantidad de elementos rectangulares semejantes a lápidas realizadas también en cartón corrugado, que tienen grabado el número en letras de molde. Estos elementos inquietantes estratégicamente emplazados en el jardín del Museo Sívori acechan a los animales desde el afuera, y quiebran cualquier ilusión de libre albedrío. ¿Quiénes sobrevivirán en esta lucha entre la humanidad “animalizada” en permanente riesgo (y deseo) de domesticación y el enemigo numeral? En el video que presenta el artista se juegan varias alternativas posibles, por cierto, poco optimistas; Decastelli ha puesto el énfasis en presentimientos inquietantes sobre el futuro de nuestra humanidad. Como en Casa tomada, de Cortázar , a medida que se ocupan los espacios internos, se amalgaman el adentro y el afuera, se contamina la casa tornando inhabitable ese universo. Un sonido agitado acompaña la instalación de Decastelli, son ecos que reverberan, se resisten a la domesticación. El conflicto está planteado, la partida la jugamos todos diariamente, nadie escapa al dilema.

Lo perdurable y lo efímero Elba Pérez (1996)

El arte contemporáneo descree de las categorizaciones clásicas y desdeña la diferencia entre materias nobles y materiales vulgares. A partir de estas propuestas Osvaldo Decastelli ofrece su muestra de libros y objetos realizados en cartón corrugado en Galería Ática, Libertad1240.
Decastelli trabaja las placas de cartón como tablones aptos para el corte y la talla. Sus obras oscilan entre el objeto y la escultura, aprovechando la estructura interna del material empleado.
Sus libros no contienen un texto narrativo y su discurso está implícito en la sugerencia de la resolución plástica. Esta función cumple Penitencial, técnica mixta, 16 x 10 x 7 cm. Los clavos que sustituyen la tipografía simbolizan el carácter de la obra reforzado por las huellas –las heridas– provocadas en las páginas de este libro singular.
Decastelli recobra el valor del juego y subraya la posibilidad de niños y artistas para “abrir , cerrar , descubrir y entrar en otros mundos”. Pero estas metamorfosis pueden cargarse de contenidos reflexivos, evocaciones y anticipaciones líricas.
Paisaje primario (29 x 42 x 4 cm, técnica mixta) se organiza entre la evocación humorística de la infancia y las exigencias del diseño contemporáneo. La inclusión de lápices y elementos de geometría recuerda la obra de Oscar Serra, un argentino de larga permanencia en Madrid (España). Otras destrezas conforman Existencia orgánica, cartón corrugado, 29 x 44 x 16 cm. Con real maestría técnica Decastelli da progresión al volumen cortado, sucesivamente, en varias capas que permiten experimentar entre la forma plena y el vacuo (vacío) propio del bajorrelieve escultórico.
El montaje de la muestra corresponde a la propuesta estética del artista. Las salas de Ática fueron transformadas [hasta] el 31 de agosto –fecha de clausura de la muestra– en un recinto cerrado donde las obras de Osvaldo Decastelli se destacan gracias a la inteligente iluminación dispuesta. Decastelli usa el cartón corrugado sin la carga sentimental del “arte povera” de la década del 50. Es ajeno también al expresionismo informalista: él propone indagar las condiciones plásticas de los materiales usuales, efímeros, sin abandonar la elocuencia de las formas ideales que otrora se realizaron en materiales perdurables como la madera o la piedra.
Acepta que forma y materia están cuestionadas en este ?n de milenio. Pero no se abandona a la estética light ni al nihilismo del “todo vale” que Enrique Santos Discépolo llamó estética “de la Biblia junto al calefón”. Sin levantar la voz, sin aventar las vanguardias, Osvaldo Decastelli propone conciliar los valores plásticos y la dicción contemporánea en obras que apelan a la comprensión del público de hoy. Eterno y efímero, clásico y contemporáneo, parecen ser las consignas en las que se encuadra su obra.

Decastelli. La materia y las obsesiones de la artisticidad que le dan vida Silvia de Ambrosini (1995)

Sin antagonismos, una vez más el protagonista es el cartón corrugado. Un material que no niega su origen ante elocuentes objetos y animadas presencias que con-forma Decastelli. Un material que tampoco se desdice ni cuando acopla sus pliegues para solidificar el espesor de dobles alisadas superficies, ni cuando descarna para multiplicar los repliegues. Todos son actos del idear lo abstracto y figurante que muestra y demuestra lo interno y lo aparencial.
Algo más de una década constituye la historia del artista en ricas experiencias técnico-formal-conceptual. Así nacen Objetos, Retratos, Figuras. Así por conjunción, adición, extracción van surgiendo parecidas alusiones a una figuración de cosas, de visiones, de personajes sin bautismo, con la sola virtud de una materia que permanece reconocible en las diversas transformaciones que opera el artista a partir de un origen y tránsito fabril. A veces vuelve en imagen, tal vez por nostalgias, a su cuna vegetal, otras, para re-crear algunas de tantas formalizaciones que le imprime Decastelli: un inventario de imaginantes sin “telos” representativos, sin fines verosímiles, como señalé en 1993.
El color encuentra el vocablo justo, la carta de ciudadanía para un personaje, que aspira a la inmortalidad, o para otro que se compacta en el perfil de una Mulata, del presente o para un Hombre de barrio acromático, del pasado.
De pronto otros seres desperezan sus articulaciones y acomodan cinco secciones plásticas en actitudes masculinas: Hombre II, Hombre III o en posturas femeninas: Mujer I, 3 enanas 3, encontrando todos ellos, la mejor de sus posturas para expresarse y eventualmente iniciar un diálogo Implícitos están los útiles, las herramientas y el Más: la personificación del instrumento, “mano del artista” que concreta idea y acción. Recorriendo la circunvalación de un núcleo central que Decastelli armó como montaje, encontramos diferentes nichos que cobijan otras nstancias de la creación: “Extrañas Maquinarias” que emblematizan el espanto; “Páginas de Artistas” que, como antífrasis, acompañan la marcha del espectador , brindando un elocuente paisaje que asoma ateralmente atravesando un plano; o el “ethos” de una visión oriental en rontal planitud. En otras ventanitas objetos transformados en “ob-jetum” porque son para un espectador cognoscente.
Los nuevos, los “Zoomorfos”, alinean sus presencias rodeando una jaula central, que alude a un destino inapelable… Las suyas son presencias que hablan de atributos propios, reconocibles, la sofisticación de una Fidelidad manifiesta en un negruzco manchado; la cándida Imploración de un azul animalesco; la Vibración de un fuego dentado; la alusión a la Propagación de los seres en un ocre acalorado; o la resignada sobriedad de geometrías en zigzag y gesto petrificado de eremita taciturno. Mientras otras virtudes hablan del celo y ardores que renuevan Energías Vitales en el blanco o esconden su Pasión con una caparazón acromática.
Otras presencias menos policromadas albergan la fundante humildad de un material susceptible que admite las caricias de la arpillera o la acción del artista que ahueca lugares, que viola una interioridad sin mancha, porque la materia es ponderable y los gestos del arte resguardan una monumentalidad que adjunta lo
escultórico, constructivo y pictórico, por estratificación de estructuras, por vibración textural, por visibilidad coloreada, en acuerdo con a temperatura estética de Decastelli, que no esconde jamás la ponderabilidad de la materia-alma.

De lo simple, la fantasía Luis Aubele (1995)

Descubrimiento: el común cartón corrugado da vuelo a la creatividad de un escultor y es eje de una interesante muestra.
“Mi encuentro con el cartón corrugado fue una experiencia curiosa. De pronto, reparé en un material novedoso pero que al mismo tiempo estaba en todas partes, en envases o bien amontonado en sótanos e incineradores”, recuerda Osvaldo Decastelli, que expone hasta el domingo esculturas en este material en las Salas Nacionales de Cultura, Posadas 1725. Decastelli estudió en las escuelas Manuel Belgrano y Prilidiano Pueyrredón, de donde egresó con un concepto muy tradicional de la escultura: “Tuve maestros notables, como Luis Balduzzi, al que dedico la muestra. Sin embargo, pronto sentí la necesidad de buscar un tipo de imágenes que fuese menos solemne, para que pudieran estar más cerca del gran público”.
En sus investigaciones, el autor descubrió que la transformación debía comenzar con un cambio en la elección de los materiales y así apareció el cartón corrugado.
Decastelli lo utiliza pegando placas con cola vinílica hasta obtener panes con mucho volumen. “Como se trataba de algo totalmente inédito, uno de los primeros problemas fue encontrar las herramientas adecuadas. El cartón corrugado tiene consistencia pero no es rígido. Actualmente trabajo con una fresadora, trinchetas y cuters afilados.”
Abrir los ojos
Inventario de imaginantes, título de la muestra, se desarrolla sobre una superficie de mil metros cuadrados y se divide en dos grandes capítulos: un recorrido que cubre la década a partir de 1985, donde el autor va mostrando las distintas etapas de su encuentro, descubrimiento y análisis de posibilidades, para culminar en una serie de ensambles en las que el cartón se integra con otros elementos como alambre, cartapesta y otros.
Luego se puede ver Estigma, una instalación donde el material es utilizado para desarrollar el tema de la pérdida de la libertad. En un gran círculo, cuyo centro es ocupado por una enorme jaula, dialogan ejemplares de una fauna extraña. Son siluetas de cartón hechas a la manera de un zoológico agrandado de jardín de infantes. La primera obra del recorrido se titula Hombre de barrio y fue realizada en 1985. La siguen cuatro imágenes pensadas a partir de un enorme rompecabezas. El autor construyó una figura humana, la cortó en cuatro partes y luego fue componiendo siluetas.
En una tercera etapa, el autor explora mecanismos abstractos, raros múltiples (uno de ellos de casi cuatro metros de alto) y cajas de donde tratan de emerger seres cromáticos.
“A medida que investigaba fui descubriendo texturas escondidas que se revelaban con solo rasgar la superficie del papel. O bien la reacción del cartón cuando le aplicaba tintas y esmaltes. Algunas de las obras luego fueron pasadas al metal y a la resina sintética”.
La muestra es algo más que la demostración de las posibilidades plásticas del material. En lo profundo subyace una invitación a cuidar el medio ambiente. Como no hay más lugar para enterrar basura reutilicemos los desperdicios al máximo posible, se lee en un folleto editado en papel reciclado que se entrega a cada visitante.

Osvaldo Decastelli. Esculturas tras cartón Fabián Lebenglik (1995)
Un escultor que utiliza como material para sus obras el cartón corrugado iguala este material con los conocidos como “nobles”. A través de un montaje escenográfico, que responde a la teatralidad de sus obras, Osvaldo Decastelli exhibe una década de trabajo.
En las Salas Nacionales de Cultura, el escultor Osvaldo Decastelli está exhibiendo la muestra Inventario de imágenes 1985-1995, en la que muestra sus obras de cartón. Decastelli nació en Buenos Aires en 1941, estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y recibió una beca de especialización de la UNESCO. Como él mismo cuenta, desde sus comienzos compartió la actividad escultórica con la docencia, que ejerció en distintas instituciones y talleres hasta 1979, cuando comenzó a trabajar solamente en su estudio. Desde 1985 adoptó el cartón corrugado para realizar su obra, pero no como material de desecho sino como materia prima, tan útil y funcional como cualquiera de los materiales tenidos por “nobles”, como la madera o el mármol.
Esta muestra antológica es su décima exposición individual. Como explica la crítica Silvia de Ambrosini en el catálogo, “algo más de una década constituye la historia del artista en rica experiencia técnico-formal- conceptual. Así nacen objetos, retratos, figuras. Así, por conjunción, adición, extracción, van surgiendo parecidas alusiones a una figuración de cosas, de visiones, de personajes sin bautismo, con la sola virtud de una materia que permanece reconocible en las diversas transformaciones que opera el artista a partir de un origen y un tránsito fabril. A veces vuelve en imagen, tal vez por nostalgia, a su cuna vegetal, otras, para recrear algunas de tantas formalizaciones que le imprime Decastelli: un inventario de imaginantes sin fines verosímiles”.
La obra del escultor tiene una fuerte resonancia escenográfica. En este sentido resulta acertado el montaje en la planta alta del Palais de Glace, donde Decastelli establece una circulación con tabiques en redondo, un recorrido cronológico, casi teatral, en el que su obra se va descubriendo con el espacio y la iluminación adecuados.
Tanto las obras antropomórficas (las del comienzo) como la instalación de piezas zoomórficas (las últimas de la década exhibida) establecen una marcada teatralidad en la que el cartón es el tema. En ellas funciona, desde el punto de vista de la percepción, un componente de sorpresa y destreza, que lentamente se esfuma. Podría decirse que más allá de lo atractivo, los períodos mencionados son artísticamente los menos interesantes. En cambio, los objetos que evocan elementos cotidianos a escala gigantesca y otras esculturas de ese período –que el artista realizó entre 1991 y 1993– son lo mejor de la muestra. Allí el cartón deja de ser protagonista –aunque esté trabajado con maestría– para producir un efecto poético fuerte. En estas obras la transformación del material es completa y perfecta, y por eso pasa a segundo plano: ya no es cuestión solo de habilidad, de ideas, o materiales, sino de talento. (Posadas 1725, hasta el 30 de abril).

Osvaldo Decastelli. Esculturas objeto en cartón corrugado 1985/1994 Julio Sánchez (1994)

Lograr la cuadratura del círculo ha sido uno de los desvelos místicos de los adeptos del conocimiento esotérico. Las obras de Osvaldo Decastelli parecen girar en torno a otra paradoja de la geometría: la planitud del volumen. El plano es una construcción mental que no se verifica en la realidad; aun la hoja de papel más delgada posee una tercera dimensión de la que carece el plano geométrico. El cartón corrugado es plano por excelencia, ni siquiera admite la curva, ya que el solo intento de doblarlo genera dos diagonales rectas. A pesar de las tribulaciones de la geometría, Decastelli logra a partir del cartón un trabajo volumétrico con el plano, como si hubiera logrado la cuadratura del círculo.
Los hallazgos del artista también fueron técnicos e iconográficos. Trabajar el volumen del cartón corrugado fue una exploración de la mecánica articulatoria del cuerpo humano. El hombre se convirtió, por virtud de un Decastelli-Gepetto, en un Pinocchio de cartón.
Decastelli descubrió que el hombre, como un objeto mecánico, se podía reducir a un sistema modular para armar a voluntad y, con algo de conmiseración, dejó al hombre y comenzó a inventar objetos. De la geometría pasó a la mecánica creando instrumentos de uso incierto, contubernios de palas y cuchillos que traicionaban su identidad primigenia. Sin resignarse a dejar atrás la vida, Decastelli incorpora formas orgánicas, caprichos esféricos que espantarían a los geómetras más puristas. En las últimas obras hay un proceso de recuperación de algo que se había resignado, el color . El artista comienza a elaborar obras menos monumentales que al ser policromadas adquieren un carácter más gentil. Pero también se recupera lo que parecía olvidado: la “función social” del cartón. Uno de los principales usos del corrugado es la caja, que en las manos de Decastelli se transforma en raros estuches, como de lapiceras, cuchillos o violines, que encierran objetos muy poco previsibles. El artista ensancha cada vez más las fronteras de su universo de cartón. El corrugado ya no está solo, en las cajas-estuche lo acompañan sutilmente porotos blancos y arenas doradas. En las últimas series, la incorporación de la fotocopia en la obra es como la adquisición de un aleph borgiano que le abre
puertas infinitas.
Sin estremecerse por los problemas contemplativos de la geometría sagrada, Decastelli explora desde lo lúdico, y hasta desde la ironía, la riqueza de un material ennoblecido por el arte, el cartón. No solo acepta todos los desafíos que le ofrece el material, sino que el mismo artista es quien comienza a trazar sendas nunca transitadas en el territorio de la celulosa.

Osvaldo Decastelli. El cartón corrugado: otro posible del arte Silvia de Ambrosini (1993)

Osvaldo Decastelli se compromete con una reflexión prospectiva que apuesta al objeto y al material, testimonios ambos de formalizaciones y esencias con atributos que suscitan confrontaciones estéticas. Son “objetos clave” que operan transformaciones profundas en la superposición de sus láminas constituyentes. El protagonista se llama y es “cartón corrugado”. El acoplamiento de sus capas sucesivas refuerza el simulacro de un significado formal, porque modifica lo frágil en resistente, lo liviano en pesado, lo liso en rugoso. ¿Cómo se operan los cambios que rompen las ondas, obliteran los huecos y transforman la memoria de lo que fue en una nueva entidad? En la investigación que demanda la textura del cartón y el manipuleo de sus planchas a las que Decastelli enfrenta con el misterio de los actos creativos, y con la instrumentación de lijas y trinchetas, que introduce para develarlos. Hacia adentro, las rebabas denotan un material en vivo y hacia afuera connotan una imagen surgente que tiende a parecerse a un algo, sin parecerse del todo. Es una imagen que superando su paso fabril recupera la identidad del tronco, de la madera. El volumen se convierte en un gran nudo vegetal o en liviana carga que conducen ruedas de direcciones encontradas. El tamaño de las dimensiones reales también se contradice, lo grande se da en lo mínimo, lo pequeño en lo monumental, donde la imaginación juega con globos, tijeras, palacuchillos y tirabuzones todos de ficción. Son objetos sin otra utilidad que la de cumplir una función estética en escala mayor y menor cuando sus artilugios son, por ejemplo, cajas de sorpresas donde figuraciones violetas, azules y rojizas encuentran su palabra, junto a la ponderabilidad de ese personaje que es y está en la virtud corrugada de su presencia. (En el hall del Centro Cultural Recoleta, hasta fin de mes).

Decastelli tras cartón [Miguel Briante] (1990)

La figuración y el corrugado se llama la muestra que Osvaldo Decastelli presenta en la sala 10 del Centro Cultural Recoleta. El título irónico es también técnico, ya que Decastelli realiza sus figuras espaciales con cartón corrugado, poniendo en juego el peso aparente de las figuras humanas que coloca en diversas posiciones –en una especie de cámara negra, que fija la luz sobre ellas–, con su verdadero peso, íntimo. Una ironía de dibujante anima estas figuras, que se imponen al espectador con una leve carga de angustia, pero también de juego.